A cuatro días de nuestra reunión y festejo por las fiestas patrias, después de ver que la familia sigue y sigue creciendo como la espuma, así como presentando sus ‘Danzas, canciones y poesías mexicanas’ en un lujo precedente, delicadeza, en estudio y risas compartidas, departiendo como todos años y festejando siete años ininterrumpidos. Sin imaginarnos el mañana, si estaremos vivos o muertos, sin pensar en nuestros destinos, como nos los ha enseñando la vida en este planeta incierto y contradictorio de evoluciones científicas, y con un desarrollo exagerado, hoy por hoy, de una atrofia espiritual y de carencia moral.

Llegó lo inesperado del mes: ‘premio o castigo’, ‘llamada de atención’, ‘purga’ o ‘final’, la repetición del sismo del 19 de setiembre de 1985, ahora un 19 de setiembre de 2017. Coincidencia o casualidad, nadie podrá decirnos la verdad, porque lo oculto, oculto está y solo aquel que tenga oídos, oirá y todo aquel que tenga ojos, verá. En la conciencia de cada hombre estará lo vivido y marcado está en cada corazón que pisó las tierras de Morelos y de la CDMX.

Salía de desayunar del restaurante ‘Toks’, ubicado en plaza Los Cedros en Jiutepe, Morelos, (después de estar haciendo algunas notas de lo vivido en nuestra noche mexicana), caminaba rumbo al boulevard Cuauhnahuac a tomar mi ruta, cuando empezó el sismo, en el punto de reunión del centro de control de emergencias Civac. Los paramédicos salieron y me replegué cerca de ellos, eran las 13.14 horas de un martes y no cualquiera, registrándose una magnitud de 7.1 grados, con epicentro al sureste de Axochiapan, Morelos. Parado frente a 6 esquinas, perplejo miraba todo lo ocurrido, como si fuera una película de ciencia ficción, porque en aquel instante mi mente no daba crédito a tan real acontecimiento devastador de un megaterremoto, nunca antes vivido.

Mi ojos vieron doblarse el puente peatonal, coches y camiones saltaban como si fueran juguetes, casas alrededor echaban mucho polvo, los postes y semáforos parecían péndulos. ¡Que les puedo decir! …Solo y mi alma, quise llamar por teléfono a amistades y amigos pero no había señal, así que decidí caminar y caminar hasta llegar a su humilde casa, cuando me doy con la sorpresa de que no podía habitar mi departamento por orden de protección civil. Las comunicaciones fueron que hubo daños estructurales en la unidad El Pochotal y que los edificios eran inhabitables (según dijeron). Por la noche nos dieron permiso para subir solo a sacar documentos y cobijas porque pensamos dormir en los albergues que tiene el municipio, pero al entrar a mi departamento encontré todo destrozado, el lavabo roto, el WC descuadrado y fuga de agua, cerré la llave de agua. A la mañana siguiente, saqué más de tres bolsas jumbo de puro escombro.

En vista de esta situación, tomé el autobús rumbo a la CDMX porque mi querida hermana Esperanza entró en crisis nerviosa porque no me localizaba, pero gracias a Dios pude estar con ella. En la carretera pude apreciar maquinarias apilando enormes rocas y piedras que obstruían la carretera. Al llegar a la CDMX, pude ver que estaba severamente dañada y devastada, las personas por las calles ayudándose unas a otras, digno de admiración de los mexicanos, con un alto sentido de responsabilidad y de solidaridad.

Mis padres desde el Perú con el ‘Jesús en la boca’, pues las noticias que llegaban eran alarmantes y mis familiares, amigos, pacientes fuera de México, se comunicaron conmigo entablando dos que tres palabras con cada uno de ellos. Hoy, después de más de un mes de dicho acontecimiento y con el espíritu restablecido, quiero agradecer a Dios por la misericordia que tuvo con todos nosotros, los que aún permanecemos en esta porción de tierra y que el tiempo que nos pueda seguir prestando sea para valorar y mejorar nuestras formas de vida, y hacer de México una nación digna de paz, tranquilidad y de amor.

Mientras tanto seguiré esperando el dictamen de protección civil y la pronunciación del Infonavit para saber a donde ir. Que la paciencia y la tolerancia sean los dones que me acompañen en esta larga jornada. A todos los que elevaron una oración por quienes perdieron a un familiar o amigo y por los que aún vivimos en este país hermano, lleguen mis agradecimientos y que el Altísimo los colme de muchas bendiciones.