En la imaginación del hombre no cabe todavía (ni siquiera por un instante) el conocimiento del poder absoluto de la divina gracia. Nuestras sofisticadas mentes no están preparadas para recibir las órdenes por cumplir y menos, para aceptar o comprender los mensajes espirituales que se nos otorgan por su perfectísimo gran poder.

Los tiempos han cambiado hoy en día y la visión del hombre actual son la cibernética y su mundo material, descuidando su alma y alejándose aún más de Dios. Por tal razón, están creciendo las guerras entre las naciones, la miseria, la pobreza, las enfermedades y como consecuencia de todo ello, se llega a la muerte prematura o colectiva.

En este artículo manifiesto que las manos materiales no podrán hacer nada, absolutamente nada, ante la barbarie que se nos avecina. No lo digo en un tono de pesimismo conformista sino, al contrario, para luchar y no dejarnos tomar por la oscuridad y/o dejarnos vencer por cualquiera que fuera los resultados. Esta es mi lucha por un mundo mejor, que pongo en las manos de todos aquellos creyentes del poder de nuestro Creador y conocedores del porqué fuimos enviados a este planeta Tierra, así como del servicio que tenemos que dar a los demás.

La espada de San Miguel Arcángel.- Llegó a mis manos un 17 de julio de 2004 y fue el mismo príncipe de la huestes celestiales que me enseñó a manejarla, paso por paso, de una forma delicada y firme, a la vez, pues de ella emerge el poder de liberar de toda atadura, hechizo y de todo mal para la curación de un pueblo creyente, obediente y lleno de fe.

La daga consagrada.- Después de nueve años, y sin esperarlo, me fue anunciado por medio de la tribu maya otro gran poder, que el mismísimo omnipotente me proporcionaba para la curación de sus hijos y era, nada más ni nada menos, una daga de jadeíta. Esta me fue entregada el 29 de setiembre de 2013 en Guatemala por el último gran guerrero maya quiché Tekun Uman, que serviría para curar tanto los corazones materiales como los espirituales.

Después de seguir lidiando con el toro y cargar la suerte en el ejercicio de servir a Dios sin descansar como los demás, hoy manifiesto que no me encuentro abatido ni sorprendido, sino agradecido por los dones que del cielo llegan para dar a los demás. El saber compartir sin esperar nada a cambio, nos hace sentir que nuestra postura y presencia en la Tierra se encuentra justificada por nuestra permanencia.

Si bien es cierto que todos los días levantamos nuestras manos al cielo implorando ser mejores en nuestra evolución, generando la paz, la armonía, la tranquilidad, en un descuido nos sale por una esquina el enemigo feroz, hambriento y sediento de nuestra luz. Por eso, a medida que avanza la vida, debemos de ocuparnos de obtener marcas espirituales y pedir sabiduría, que nos ayudará a no caer, a no flaquear ni a quedarnos en el ruedo. Salir a matar sin banderillas es nuestro lema, pero con las armas espirituales y con la más poderosa de todas: la suprema oración.

Reconozco haber llegado a este punto de mi vida donde todavía sigo respirando, así como caminando en la vuelta al rodeo. Es altamente reconfortante tomar todas esas armas materiales y/o espirituales consagradas, que son mis tres columnas y serán mis rehiletes, que apuntarán día a día el lomo del enemigo, cogiendo al toro por los cuernos y ganando siempre la faena, sin recibir siquiera una cornada.

El manto consagrado.- Anunciado por el poder del mismo Dios, seleccionado para todos aquellos que se han ganado un lugar en su mundo espiritual. Solo Él puede otorgarnos ese gran milagro de capotear al mal y destruir todo velo oscuro que el enemigo nos quisiera dar. En sus cuarenta por cuarenta tenemos la vida eterna, la dicha y la felicidad. Felicito a sus elegidos por haber salido por la puerta grande. Brindemos por el eterno amor.