“Hoy decidimos construir un nuevo camino con Dios, tomados de la mano y unidos para siempre en el amor. La felicidad que hoy tenemos la queremos compartir  con todos ustedes que estuvieron en nuestro andar y  deseamos de todo corazón que nuestra celebración  matrimonial sea ejemplo de constancia en la fe y  de obediencia a Dios”.

El año 2013  nos concedió un nuevo regalo familiar: otros pequeños del pueblo espiritual tomaron el camino del matrimonio. Y fue en Texcoco, Edo. de México, que se vistió de lujo, una vez más, al ser testigo de la boda de Guadalupe Elizabeth Lazalde Cruz y José Angel Martínez Sáenz. La humilde iglesia de San Juan de Dios (esquina calle Nezahualcoyotl y 2 de marzo, Col. San Juan de Dios) nos abrió sus puertas el sábado 23 de noviembre del 2013, a las 17 horas, para presenciar la unión espiritual de dos amados hijos de Dios.

(Es difícil hablar de quienes dirigen las iglesias y de su pobreza espiritual, tal como lo demuestran al entrar a las casas de oración. Hoy por hoy, nos encontramos con veteranos sacerdotes insolentes e indolentes ante la cruel realidad en que vivimos, lo que implica el declive de la iglesia católica. Todo esto nos lleva a solicitar la revisión de la misma y la evaluación de sus representantes al Vaticano, para que de inmediato se hagan los correctivos inminentes para todos los que asistimos y formamos parte de este plan religioso. Sabemos que el Papa Francisco está trabajando arduamente, pero también nosotros tenemos que ayudar y facilitar ‘con nombres en la mano’ para que la diócesis de Texcoco sea investigada y revisada lo antes posible, y así todos sus feligreses honren a lo que hoy llamamos ‘iglesia’. He tomado esta ventana de un evento importante para mí y para muchos, para dejar en claro que toda institución eclesiástica tiene como objetivo servir y dar beneficios a toda una comunidad, pero también se debe reconocer que el verdadero Dios está en nuestras mentes y en nuestros corazones. Invito a que compartan este artículo con sus críticas constructivas y hagamos el firme esfuerzo de trabajar verdaderamente por los demás).

Anunciado fue que nuestro Señor Jesucristo uniría aquellos corazones y, así, en plena ceremonia se desprendió una gran luz que se posó detrás de los novios, las manos de nuestro Salvador tocaron sus cabezas, cuando de repente desde lo alto bajó un rayo dorado que penetró en ellos,  formándose una sola y hermosa luz. La misma luz reventó con miles de destellos, iluminando el templo con el santo espíritu de Dios. El tiempo trascurrió en segundos, nadie pudo darse cuenta de lo acontecido en aquel recinto y si así fue, desearía de todo corazón que lo manifestaran en sus comentarios al pie de este artículo. Muy contento salí del templo en compañía de mi familia espiritual rumbo al festejo, que se llevó a cabo en el Salón Finca del Sol (calle Arteaga No. 210, Col. San Pedro Texcoco Centro), en donde nos esperaba una exquisita cena, «para chuparse los dedos»: de entrada, nos dieron volován a la reyna; de sopa, una crema poblana; el plato fuerte, un delicioso lomo en salsa de ciruela con una guarnición de papa horneada gratinada; y de postre, unos sabrosísimos cupcakes. Del bailongo ni se diga, la mayoría nos levantamos de las mesas para festejar a los recién casados y bailar hasta el cansancio. La alegre orquesta de variedades, mariachis y demás, amenizaron toda la fiesta, que duró hasta que la luces del salón se apagaron, dando por terminada dicha reunión.

Tengo que reconocer que la mesa de regalos estuvo atiborrada y la familia muy feliz al ver su gran desarrollo, ahora con una nueva familia. Doña Santa Cruz Hernández no cabía de la emoción, así como todos sus hijos, que lucieron espectacular en la boda. Alan Gustavo fue el encargado de entregar a su hermana al hoy esposo en la iglesia; Rosalba y Gabriela fueron las Bridemaids, quienes bellísimas lucieron con sus diferentes diseños de vestidos rojos, y el penúltimo de los hermanos, llamado Hugo, nervioso y preocupado, supervisaba sigilosamente que todo marchara a la perfección.  Por medio de este artículo quiero hacer un reconocimiento a Guadalupe Elizabeth y José Angel por su constancia espiritual, asímismo manifiesto y testifico que fueron muchos años de lucha para alcanzar lo que hoy veo con mis propios ojos, el triunfo adquirido y la plena felicidad alcanzada. Enhorabuena por los logros alcanzados y por su fe depositada en nuestro Creador.