conquistando el mundo vas,
con el perfume de mujer y madre

- El Ángel de la Dulce Voz -
















Mis abuelos maternos

 

Abuelos maternos

[br]Guillermina Leonor Quevedo Zaizer y Ángel Custodio Los Santos Huapaya























Plaza Grau

- El Callao, Perú -














HISTORIA FAMILIAR

 

Cuando nace en el Callao Alejandro Granda Relayza, destacado tenor peruano, considerado por sus aptitudes vocales y escénicas el mejor de América; así como, también figura máxima de la lírica peruana y del mundo; cuando se funda la escuela militar de Chorrillos (Alma Mater del Ejército del Perú), en la actualidad una de las instituciones más antiguas de América Latina; cuando aún gobernaba en el Perú Nicolás de Piérola Villena, con su partido político Demócrata, y  se acuñaron las primeras libras peruanas de oro (1898), conforme al mismo estándar observado para los Soberanos de Oro emitidos por Gran Bretaña (113 gramos de oro puro), nació Angel Custodio Los Santos Huapaya. De aquellos tiempos tal vez habría mucho de que hablar, pero a las fuentes actuales me remito.

Ya entrando al siglo XX, para ser exactos 1901, nos encontramos con el inicio de una violenta etapa de “chilenización”. Los Departamentos de Tacna y Arica fueron el centro de la prensa internacional durante su largo cautiverio por Chile y por episodios de evidente patriotismo peruano. Gobernaba en aquel entonces en el Perú, el presidente Eduardo López de Romaña y Alvizuri, miembro del partido civilista o partido civil (período de la historia peruana denominado  la República Aristocrática). Con estas imágenes nace Guillermina Leonor Quevedo Zaizer, cuanto mas podríamos hablar de aquel entonces, si hubiera más escritos de nuestra historia.

Grandes episodios se vivieron durante dos décadas, hasta llegar a la cuadra 8 de la calle de América, en el cercado del Callao, que fue la culpable de construir esta bella historia de amor de dos grandes que conforman nuestras raíces.

EL CAPULÍ

Vals de la Guardia Vieja

A tu ventana una mañana llegué
y me enamoré de tu bella hermosura;
pero, tirana, con cuánta ternura
mi corazón al momento te entregué;
pero, tirana, con cuánta ternura
mi corazón al momento te entregué.

Me juraste un día tu amor,
no, negrita, no por Dios;
me juraste un día tu amor y
al momento te di un capulí.

Dime mujer si tu amor ha de ser el verdadero,
para entregarte primero una flor del capulí.
Ay, una flor del capulí.
Ay, una flor del capulí.









Y con la canción de «El capulí» (vals criollo peruano de la guardia vieja) se inicia nuestra herencia familiar, (¿quien diría que a lo mejor Ángel Custodio la compuso para Guillermina Leonor?), ya que su letra habla por sí sola de la historia de sus propias vidas, quienes la cantaban con mucha inspiración, emoción y sentimiento, entregando sus propias almas a un tema hoy por hoy inmortal.

Llegó la primavera al puerto del Callao, que brillaba más que el propio sol, la alegría del año 1920 era única en su esplendor, el tranvía se veía pasar a lo largo y ancho de la avenida principal que venía de Lima al Callao. Una suave y delicada melodía se dejaba escuchar a los oídos de Guillermina Leonor, que irrumpía sus quehaceres de los sábados, mientras que en el balcón de la casa de su madrina, donde vivía, entretejía pensamientos de amor con bordados de exagerados suspiros. A unos cuantos pasos, Ángel Custodio sentado tocaba un piano de cola, suspirando y anhelando un amor que deseaba tener. Ninguno de ellos tenía conocimiento de que la alegría de su corazón ya había nacido donde ellos vivían y que Dios, en su perfección, se divertía viéndolos soñar y jugar, cuando escrito y marcado estaba lo que iba a pasar.


















La Matriz

- Catedral del Callao -














Era el día domingo de rigurosa etiqueta, de vestidos largos, de sombreros, de mantillas, de pipa y guante, de elegancia por doquier. La catedral del puerto, comúnmente llamada «La Matriz», hacía repicar sus campanas y los pobladores chalacos salía de sus casas o casonas a moldear y embellecer las calles empedradas y/o adoquinadas, caminando salerosamente por toda la calle Lima-Callao (actualmente Av. Saénz Peña) hasta llegar a la esquina que formaba con él Jr. Gálvez, Constitución y Miller, tan solo con el  afán de escuchar la famosa misa en latín, otro momento más para la oración, dejar su pasado, pedir perdón y vivir su presente sin rencor.

Al interior de la catedral se podía apreciar al sacerdote de espalda y todos los feligreses mirando una imagen enorme de Jesucristo, que colgaba en la nave principal del templo. Así transcurrieron decenas de domingos en los que no se veían ni se conocían; sin embargo, con el pasar del tiempo se convirtió en el escenario perfecto para unir sus almas y consumar el acto del matrimonio.


















Antigua Plaza «El Óvalo» del Callao

- Hoy Plaza Bolognesi -














Un día, Ángel Custodio acompañó a su hermano Daniel Víctor a un encuentro con su enamorada Cristina Zulema en la Plaza El Ovalo del Callao (actualmente Plaza Bolognesi). Los dos hermanos sentados en el parque, bajo la sombra de los árboles con olor a brisas de palmar y con el canto de las gaviotas, vieron aparecer a una mujer dulce quien acompañaba a Cristina Zulema, con piel de flor de capulí, mujer extremadamente bella con mucho porte y personalidad. En ese instante, por su mente pasó el recuerdo de haberla visto en algún lugar; y en su interior se preguntaba «¿de dónde la conozco?», hasta que su pensamiento no lo traicionó.

Efectivamente, recordó meses atrás, cuando una mañana transitaba por la cuadra 8 de la calle de América (actualmente Nicolás de Piérola) en el cercado del Callao y vio a una hermosa mujer al pie de una ventana, que derrochaba ternura, de quien se enamoró. Para su sorpresa, era la hermana de la enamorada de su hermano, Guillermina Leonor. En ese momento se quedó mudo, con sus ojos chinitos, y sin decir palabra alguna la siguió contemplando, como si estuviera mirando a la Reina del Cielo.  Daniel Víctor, al ver a su hermano en éxtasis, le dio una palmada en el  hombro hasta que lo hizo reaccionar, y fue así que conoció a la mujer de su vida, la futura madre de sus cinco hijos, a quien la llamaría con mucho cariño y amor, «Negrita».



Continuará…