No era tristeza ni desilusión, sino desesperanza de sentir tanta burla de aquellos que por envidia e hipocresía pensaron en venderme la idea de compartir, en un río seco amargo y sin vida, mientras que el tráfico estaba parado por la inauguración de un paso exprés. Este fue liberado luego de unos minutos, abriéndome el paso para llegar a una hermosa plaza arbolada, donde lo primero que hice fue tomar una tasa caliente de café y un suculento desayuno, al estilo Sanseacabó.

En el corredor de la Casa Blanca vi una tienda de arte de bordados y deshilados, donde me atreví a comprar una sombrilla de encaje de color negro para mi hermana de San Pedro de los Pinos. En el ir y venir de mi transitar, decidí ver una película llamada ‘3 idiotas’, donde Alfonso Dosal se lleva toda la actuación (apoyando siempre al cine mexicano), estrenando un pañuelo blanco bordado con mi nombre y llorando a lágrima viva sin cesar. Así pues, mi día transcurrió ignorando la invitación que me hiciera la falsedad de un alma con ojos claros a un balneario de mala muerte.

‘Quien siembra vientos recoge tempestades’. Más valió no haber tirado tanto llanto o haberse quejado excesivamente buscando mi compasión, cuando la verdad y la realidad era otra. Si fueron lágrimas de cocodrilo, solo le quedará aguardar el dolor, tan solo por haberme arrancado un trozo de cabello para saciar su instinto de dañar a los demás. Te deseo buena suerte en tu próxima vida.

De manera paralela, llegó del cielo el premio, aunque la chamarra de camuflaje azul tenía mucho valor para mí. Reconozco que me costó ‘un chingo y dos montones’ regalarla y desprenderme de ella, pero lo hice con el dolor de mi corazón por el amor que se desprendía en mí de abrigar a quien tanto me rogó dársela, y porque sé que la cuidará como si fuera suya y le dará el valor que siempre le mostré. Disfrútalo hasta lo máximo.

Y en estos andares y quehaceres de la vida se manifestó mi Creador. Por una parte, la tentación a la cual vencí sin dificultad, dándole tiempo a su arrepentimiento y la otra, el regalo de su mirada y su sonrisa por haber pasado mi prueba. No dejo de ver a  Dios, que está en todas partes. Él se manifiesta en cada instante con su alegría. Él me protegió de una desgracia, de la muerte y de los demás. Y seguiré caminando bajo su perfecta y eterna luz.