LA ÚLTIMA VELADORA FUE DE LA MARIPOSA AZUL
San Miguel sigue retorciéndose con su espada en mano, su escudo dejó de proteger a los demás, y es que se le fue de las manos la cruel realidad. Muy cerca, en las calles húmedas de un puerto, solo se respira el horror con la visita de la llorona, que con su silencio nos muestra su autismo.
Los actores coprotagónicos murieron en el acto: el retirado se ahogó en altamar; la pata se quedó dentro de su pozo ciego; el revólver se quedó sin sus balas, le llegó la próstata; su líder, un payaso más de tantos que hay en el mundo, quedó ahorcado con su rosario en mano, mirando a su protagonista, una mariposa llamada «Bombix de la morera», se dilataron sus pupilas de herencia japonesa, muriendo sin su sonrisa cachacienta. Su tiempo se acabó, sus alas se secaron con su periodo de vida macilenta, llena de mitomanías, engreimientos y caprichos desorientados con su ridículo andar.
Horror al vacío y a la falta de amar distorsionó la verdad. La sicoanalista declinó porque no pudo penetrar en el conocimiento de su carácter ni en su intimidad. Sus quejas eran llantos ridículos en sus estructurados quejidos, manejado por su estado inferior de su pobre conciencia, victimando a las personas que les ama y buscando la compasión de los que viven en el averno, bajando al sepulcral.
Los andes se quedaron sin su sociedad y sus bolsas se quedaron vacías, así veremos la última vela que se consume día a día, porque no hay peor final que el que le depara su mal actuar, y que escondida está con su celular, tapando su metástasis en su cabeza anormal. Uno de los investigadores era un bróker que no dejaba de informar y del móvil perdido quedaron como pruebas fehacientes las asquerosas grabaciones de sus pláticas cotidianas, así también quedaron al descubierto sus risas macabras, y a las pruebas me remito. Adiós le digo a la mariposa azul en su cruento final.