YO SOY «HALACH UINICK»

Un día antes del miércoles de cenizas del año 2012 tuvo lugar el llamado inminente a las impresionantes ruinas de la civilización Maya  ‘Edzná’ (Casa de los Itzaés),  escenario perfecto para que el rey de la ciudad hiciera su presentación espiritual. Bajo un intenso cielo azul y custodiado por el astro rey se dio el inicio a una ceremonia ancestral inesperada.

Parado en la entrada de las ruinas comencé a sentir mucha emoción, quedé petrificado, absorto, sin poder describir las sensaciones y sentimientos que me invadían en ese instante, al ver tanta majestuosidad y sentir tanto poder. Recuerdo que tenía puesto una cachucha negra y la energía de la fastuosa presencia espiritual de los mayas me decía que tenía que quitármela. Así lo hice y agaché mi cabeza con sumo respeto, para dar inicio a la comunicación casi perfecta con toda la tribu.

En ese instante, se abrió el canal de la comunicación universal. Me recibieron dos gerreros mayas, quienes dirigieron mi caminar por toda la zona arqueológica, pasando por  La vieja hechicera, el Patio puuc, el Templo del norte, la Gran Acrópolis, la Pequeña Acrópolis, el Templo de los Mascarones, el Juego de pelota, el Templo del sur, Nohochná, y la Plaza principal.

Luego me pararon frente a una pirámide casi derruida (ver foto arriba) y me dijeron que tenía que subir por detrás; entonces, procedí a obedecer las indicaciones que me daban y a aprender sus sabias enseñanzas. Estando en la cima me senté en una piedra plana, abrí mis brazos y con mis palmas dirigidas al cielo comencé a dar gracias al Creador por permitirme dicha vivencia. No pasó ni un minuto de mi oración cuando, de repente, vi bajar del cielo un hombre fornido, vestido con un penacho lleno de plumas multicolores, con cabeza y vestimenta de jaguar. En ese preciso instante descendieron dos grandes guerreros mayas, que se posaron a mi lado.

Impresionado y frente a mí, este ser poderoso me dijo: “Te estábamos esperando varón. ¡Oh!, gran espíritu”. Estando en éxtasis, lleno de paz y en comunión, me volvió a decir: “Estira tus manos”. En esos momentos, vi descender de sus enormes manos una espada de obsidiana con mango de pedernal que puso suavemente sobre mis manos, las que brillaron a más no poder. Ante este hecho, me pregunto: ¿Por qué todo esto?

Y en ese instante mágico, me dijo: «El dueño del cosmos y de todo cuanto existe me ha enviado para entregarte más poder: para tu pueblo, la espada y para ti, dos guerreros mayas que te acompañarán hasta el día de tu muerte». Este ser con supremacía levantó su mirada al cielo y dio un grito de jaguar, sosteniendo en su mano izquierda una lanza muy grande y en su mano derecha un racimo de semillas secas que semejaban a una sonaja con unos caireles de hilos de la raíz de un árbol poco conocido, que no dejaba de sonar.

Recuerdo ver todo el cielo iluminado y escuchar una gran voz que me decía: «Yo soy “Halach Uinick”».


Un comentario

wendy

13 septiembre, 2012 a las 18:37

Hola, leo tu experiencia maravillosa y me siento una mujer muy orgullosa de conocerte, felicidades por este gran regalo, te mereces eso y mucho más, dios te bendiga.

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