VOY A «ROMPER AGUAS»
Hay dos piedras de pedernal en mi casa y son tan duras como su soberbia descomunal, invadidas por el desorden y la ignominia desearon estar fuera de quicio y generaron desarmonía familiar. Por eso, voy a «romper aguas», porque es justo y necesario. ¡Voy porque voy!, para que se atengan a las consecuencias los pobres y pocos atinados cerebros, retirados de un mar cachaciento.
La tristeza invade a los meros protagonistas, que no saben qué hacer, pues se les escapó de las manos. Cada una de ellas se desvió a la ignominia y se hicieron cada vez más mitómanas que sus propias vidas, incluso cometieron graves barbaries descomunales y sus bocas quedaron con grandes espasmos de oscuridades amigas. Sin embargo, hay un ojo celoso y sigiloso que nos mira sin discriminarnos nada, que nos deja ser, hacer y deshacer, porque grande es su amor hasta que llegue la hora del castigo.
Hoy, la fuente se acaba de reventar y los aires me avientan hacia el sur, donde el año pasado no quise estar o, más bien, no pude estar por concentrarme en curar y conocer el amar. Pero en este tiempo preparé todas las armas para destruir a una arquitecta mediocre llamada calamidad, que solo sabe construir banquetas de soledad, y que pronto quedará sepultada hasta ponerse tonta con su asqueroso cuerpo de tumbona, quedando sin el hablar.
Y es por eso que voy a «romper aguas». ¡Voy porque voy! ¡Voy a divertirme!