EN ESTE PRIMERO DE MAYO

En el primer día del mes de nuestra amada virgen María, anunciada fue por San Miguel Arcángel su venida, y la casa se iluminó en presencia de doce pequeños predestinados que vinieron a su sesión espiritual, quienes nunca se imaginaron ver el poder de nuestro Padre amado y eterno señorial. Atónitos quedaron con su presencia en una corta videncia, tan solo el ver la fiesta que nos rodeaba, y que transportados fuimos a Roma para contemplar la majestuosidad de su cielo abierto por su presencia.

Estuvimos en espíritu y al despertar, lágrimas derramamos por el inmenso regalo adquirido en aquel lugar. Todo era perfecto, todo era quieto, todo estaba en su lugar para escuchar las palabras de Su Santidad Juan Pablo II.  Llegó la posesión, nos dio una cátedra de ‘la contemplación’ y, paso a paso, nos enseñó el método de llegar a Dios en una sencilla sesión, orientada a una metódica meditación.

Nuestros cuerpos nunca dejaron de estar en elevación y todo brillaba, denotando que la  fiesta espiritual continuaba. No nos cansamos de ver a nuestros familiares difuntos que nos estaban acompañando y felices nos miraban aplaudiéndonos. Nuestras palmas se elevaron al cielo y al mismo tiempo recibíamos un cofre de oro que nos estaba otorgando nuestro beato, anunciándonos los milagros a contemplar.

Estando en trance fui sorprendido al ver unos ángeles que descendían del cielo con una corona de oro entre sus manos, depositándola en mi humilde testa. Realmente no sabía lo que estaba ocurriendo, solo recuerdo la voz de nuestro Padre eterno que me decía: «Recordarás este día como el día de tu coronación». Entré en crisis de llanto al ver a mi hermano Christiam que se inclinó para besarme las manos, yo inmediatamente se la retiré y le dije: «No lo hagas», a lo que él respondió: «Es la voluntad de nuestro Dios, en este primero de mayo».


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