En el séptimo día de la semana, me asignaron en sueños ‘un castor’. Tanta fue la sed que tenía ‘del saber y del aprender’, que no vacilé ni un instante para investigar el significado de lo que me había sido entregado.

En un lenguaje poco inusual me dieron la señal, otro misterio que encierra mi caminar. Y me hablaron de embalses o empalizadas, y me vi en un río con ramas y troncos pero no veía ni leía el lenguaje del desear, hasta que una voz en mi interior me decía que ‘el castor’ fue enviado para ayudar y mediar dicha situación.

Sus  incisivos fuertes y muy cortantes derribarán el árbol que cubre mis noches para realizar una verdadera tarea de reconstrucción, y el cual será su punto de apoyo. Asimismo, golpeará con su cola la superficie del agua, dándome aviso del término de la misión señalada.

Si bien es cierto que ‘el castor’ es muy práctico y nos da estabilidad y perseverancia en el hogar, también el cariño y la paz se unen para formar una perfecta armonía, alejando el envanecimiento y dejando de remover humores que solo perjudicarían a la salud, como la garganta y la vesícula biliar. Por ende, no se debe perder la armonía ni aun con sensaciones de obstinación.

Asimismo, ‘el castor’ construye y va renovando en nosotros un ambiente seguro  donde desarrollarnos plenamente, a partir de los poderes espirituales y las fuerzas esenciales. Solo falta aceptar los grandes cambios en nuestras vidas y dejar aflorar nuestros sentimientos, lo que nos hará personas con raíces en la tierra para tener una relación duradera o para toda la vida.

‘El castor’ es mi ángel protector y sé que estoy entre sus alas para volar hacia la libertad. El Creador sabe porque viaja en tu mirada, en este laberinto de tu amor, y es para poder besar juntos el cielo, llenos de fe y libres, siempre libres, para toda la eternidad.