MÉXIHCO
Como fiel errante y servidor de los mensajes espirituales, emprendí viaje hacia una gran nación, donde recibí las órdenes que nuestro Creador había dispuesto: atender a todo un pueblo noble, generoso y humilde. Un país con una riqueza incomparable, pero sobre todo con un gran corazón.
Famoso por su historia, cultura y nacionalismo, sello característico de su autenticidad inigualable en nuestro continente americano. Y en mi inquietud por saber el significado de su nombre, me propuse la tarea de buscar hasta encontrarlo. Así, su nombre es un topónimo náhuatl que significa «En el centro de la Luna».
En este mes tan especial, quiero dedicar este artículo a mi segunda patria, en su bicentenario, a mi bello MÉXICO.
Recuerdo que un día, hace 19 años, desemboqué en el cruce de la avenida Paseo de la Reforma y la calle de Río Florencia en la Ciudad de México, para contemplar el llamado oficialmente «Monumento a la Independencia», también conocido como «Columna de la Independencia» y popularmente como «El Ángel de la Independencia», del cual me quedé maravillado. También habla la historia que fue inaugurado en 1910, por el ex presidente Porfirio Díaz, en conmemoración del centenario de la independencia de México, y que en el año de 1923, fue adaptado para albergar los restos de grandes personajes de la Guerra de Independencia.
Han pasado 200 años de la independencia y 100 años de la revolución, gestas en las que su gente, así como forasteros y extranjeros, dieron su vida por MÉXICO. Ahora me siento firme y seguro de haberte elegido para morir aquí. Confieso, hoy más que nunca, estar emocionado y enamorado en esta bendita tierra. Me siento dichoso, pleno y privilegiado en compartir mi alegría de vivir.
¡VIVA MÉXICO!